El Veneno Dulce de la Ruptura
La sociedad colombiana no está polarizada; está fracturada. No debatimos ideas; ejecutamos herejes. Hemos normalizado una patología social donde el éxito de nuestra causa se mide por la
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Miguel Rico
11/23/20254 min read


El Veneno Dulce de la Ruptura: Crónica de la Polarización y sus Ejecutores Enfermos
La sociedad colombiana no está polarizada; está fracturada. No debatimos ideas; ejecutamos herejes. Hemos normalizado una patología social donde el éxito de nuestra causa se mide por la demolición del otro, no por la solidez de nuestras propuestas. Hoy, el desacuerdo político, religioso o incluso dietético ya no es un motor democrático, sino una sentencia de muerte social. Estamos siendo devorados por una legión de individuos que, atrapados en sus dogmas digitales, han convertido el espacio público en un campo de batalla de la rectitud moral, y ellos son, en esencia, los ejecutores enfermos de la polarización.
I. La Patología del Dogma: El Mal de la Intolerancia
El problema no es tener convicciones firmes. El problema es creer que la firmeza de la propia convicción autoriza la aniquilación del disidente. En Colombia, la polarización ha trascendido las esferas ideológicas tradicionales (izquierda vs. derecha) para convertirse en una guerra de identidades que exige pureza absoluta.
1. El Miedo a la Contaminación
El polarizador enfermo opera bajo un principio simple: el adversario no solo está equivocado; es tóxico y su existencia compromete la pureza moral del grupo. Esta visión maniquea despoja al otro de toda humanidad y reduce su existencia a un único error: no alinearse.
Política: El que no vota por "mi" candidato es automáticamente un vendido, un paramilitar, un guerrillero o un traidor. No hay matices.
Identidad: Si no coincide con mi visión de género, sexualidad o fe, es un enemigo de la familia, un depravado, o un ignorante condenado.
Consumo y Estilo de Vida: Incluso en la mesa, el conflicto es total: si es vegetariano, es un snob insoportable. Si come carne, es un asesino insensible. La elección personal es ahora una declaración política que debe ser juzgada.
Esta necesidad de etiquetar y expulsar es una clara manifestación de una incapacidad para gestionar la ambigüedad. La mente enferma prefiere la certeza destructiva a la complejidad constructiva.
2. La Narcisismo de la Rectitud Moral
Los polarizadores más peligrosos son aquellos que se arrogan el título de jueces de la verdad. El motor de su cruzada no es el bien común, sino la satisfacción narcisista de sentirse moralmente superior.
En las redes sociales, este fenómeno se amplifica: el acto de humillar al adversario, de "callarlo" o de "desenmascararlo", genera una oleada de likes y validación dentro de la propia burbuja. La ira se vuelve moneda, y el ensañamiento se convierte en un acto heroico. El dolor ajeno es el combustible de la autoafirmación.
II. El Campo de Batalla Digital y el Fin del Matiz
La tecnología no causó la polarización, pero le dio la infraestructura para la metástasis. Las redes sociales son el coliseo perfecto para los ejecutores enfermos, ya que ofrecen dos ventajas letales: anonimato/distancia y amplificación algorítmica.
1. La Cobardía del Troll Santificado
La distancia que ofrece una pantalla permite a un ciudadano decente transformarse en un tóxico profesional sin enfrentar las consecuencias sociales de la vida real. Es fácil desear el mal a un político en Twitter, o ridiculizar la fe de un vecino en Facebook, cuando no hay un costo inmediato por el odio.
Esta es la cobardía del polarizador: ataca con la certeza del martillo, pero huye ante la necesidad de la empatía o el diálogo. El resultado es un diálogo público dominado por los extremos, ya que el moderado, el que busca el matiz, es rápidamente silenciado por el ruido de los fanáticos de ambos lados.
2. El Algoritmo como Dios
El algoritmo, diseñado para premiar el engagement (la interacción), favorece el contenido que genera ira, miedo o indignación. Los mensajes más mordaces, las mentiras más rotundas y los ataques personales más viles son los que obtienen mayor difusión.
De esta manera, la polarización se convierte en un modelo de negocio. La sociedad no premia al constructor de puentes, sino al agitador más efectivo, asegurando que los individuos más patológicos y emocionalmente inestables sean los que dicten el tono del debate nacional.
III. Colombia: Un Estudio de Caso de Ruptura Afectiva
En Colombia, la polarización tiene capas históricas de violencia que hacen que el conflicto actual sea aún más corrosivo. La desconfianza no es una pose; es una herida abierta.
La Paz y el Odio al 'Otro': Procesos como los acuerdos de paz revelaron hasta qué punto la sociedad está dividida entre aquellos que desean una solución negociada y aquellos que desean la venganza. Quien apoya la reconciliación es un "traidor ingenuo"; quien exige castigo total es un "guerrerista sediento de sangre". El afecto y la razón son irrelevantes.
El 'Petro-Uribismo' de las Identidades: La política colombiana se ha simplificado peligrosamente en la lealtad a dos figuras o dogmas. Esto ha creado una falsa dualidad donde el pensamiento independiente es imposible. O estás conmigo o estás con el enemigo, y el enemigo merece ser destruido profesional, social y personalmente.
IV. Conclusión: El Desafío de la Despolarización
La cura para la polarización no es la unidad forzada, sino la aceptación radical de la imperfección y el desacuerdo.
Debemos reconocer que los ejecutores enfermos son aquellos que, incapaces de gestionar su propia inseguridad y su miedo a un mundo complejo, necesitan crear un enemigo de cartón piedra para sentirse válidos. Su victoria no es la mejora del país, sino la satisfacción de haber derribado al hereje.
La sociedad que tolera la polarización como norma está firmando su propia sentencia de mediocridad y estancamiento. El desafío para el ciudadano cuerdo no es convencer al fanático, sino negarle el oxígeno: dejar de interactuar con el veneno, negarle el like y la amplificación al odio, y exigir un espacio donde el conflicto de ideas no termine en la destrucción del ser humano que las sostiene. La única manera de desactivar a los ejecutores enfermos es dejar de participar en su juego macabro de autodestrucción social.


